martes, 16 de marzo de 2010

GUERRA EN LA FAMILIA

-Yo hago lo que quiero! A mi nadie me va a decir que hacer con mi vida! Se lo merecía! –le gritó Martín a su mamá mientras cerraba la puerta detrás suyo con todas sus fuerzas y llevaba en mano una valija con algo de ropa. Con sus 20 años recién cumplidos no soportó más a su familia que día a día le recordaban lo miserable que era y que no tenía futuro y le reprochaban el hecho de no trabajar con su padre en la fábrica de la cual él es dueño y que en vez de hacer eso se le “ocurrió estudiar Abogacía ahora”, como decía su madre a las viejas chusmas del barrio y otros familiares que sólo aparecían para ocasiones especiales, como suele suceder. Mientras su hermana le gritaba desde la ventana de su pieza que no se vaya porque sólo no podía hacer nada, su padre lo puteaba desde la cocina, chorreando sangre por todo el cuerpo y ya sin fuerzas y su madre llorando, ya habiendo cruzado la puerta por la cual salió Martín, le gritaba que vuelva inmediatamente adentro, que todo era un capricho, él sin embargo caminaba con mas firmeza que nunca en su vida y hasta sonriendo, con esa sonrisa victoriosa que caracteriza al ser humano.

Su padre como dije antes, era dueño de una fábrica y siempre pensó desde aquel 23 de Junio de 1990 que su hijo, el machito de la familia, sería el sucesor de todo eso y que haría honor a su apellido. Nada de eso ocurrió, Martín jamás puso un pie en la fábrica, menos iba a hacerlo si lo obligaban o si ya tenían pensado el futuro suyo de antemano. Alfredo, como se llamaba su padre, martirizo a su hijo siempre con la idea de que trabaje en la fábrica mientras iba al colegio y que cuando terminara sería el dueño, por eso todos los días le decía lo mismo: -Que lindo cuando me cebes mates en la fábrica hijo. –y le brillaban los ojos, casi se le ponían llorosos. Martín nunca dijo ni si ni no, directamente no decía nada, lo cual enfurecía mas aún a Alfredo. Un día cuando tenía 15 años y recién llegaba del colegio su padre lo encaró y le dijo: -Hijo, hoy te venís a la fábrica conmigo a la tarde, me cebas unos mates y te muestro el lugar así ya te vas familiarizando con todo y todos.
A lo que Martín respondió: -Tengo sueño, me voy a dormir un rato, suerte en la fábrica. Luego de estas palabras el padre le gritó como siempre hacía y se sacole cinto y lo corrió por toda la casa pegándole “ese mocos tiene que aprender lo que es bueno” le comentaba a la noche a su esposa. Situaciones como esa y otras peores pasaron muchas veces. Martín estaba todo machucado, siempre con dolores en el cuerpo y huesos quebrados pero nunca hizo la denuncia a la policía y menos que menos hacerle frente a su padre, él sabía de lo que era capaz, “desde que volvió de Las Malvinas nunca fue el mismo, perdónalo Martincito, él no tiene la culpa”, siempre le decía su madre por las noches antes de dormirse, con una voz suave capaz de convencer hasta a el alma menos sensible que pueda existir. Blanca, como se llamaba ella, era una mujer alta, corpulenta, que en su juventud había sido muy hermosa como los demuestran las fotos que hay sobre la mesita de luz de su habitación, pero ya no era la misma mujer, en parte por el régimen autoritario de su esposo y también por su culpa, Alfredo la golpeaba, la golpeó muchas veces, “desde que volvió de Las Malvinas no es el mismo” siempre decía y se largaba a llorar cuando nadie la veía, si hasta las chusmas del barrio comentan que Martín fue fruto de una violación por parte de Alfredo, cuando a finales de los 80s ellos dos estaban separados, pero esto nunca fue dicho por nadie en la casa y hasta el día de hoy ni se habla al respecto. Blanca se dedicó a ser ama de casa cuando nació su primera de tres hijas mujeres, Rosita, teniendo que haber dejado sus estudios de Medicina de inmediato y habiendo optado por cuidar su nueva familia en vez de dedicarse al estudio. Alfredo siempre fue el sostén de la familia, a la cual nunca le faltó nada, por eso el odio hacia Martín era tan grande, “lo tiene todo, todo, no le falta nada, y mirá lo que hace…nada! Nunca me viene a ayudar a la fábrica. Para que quiere estudiar? Acá el pan se gana trabajando, rompiéndose el lomo todos los días, que estudio ni estudio! Es un inútil!” siempre decía sabiendo que Martín lo estaba escuchando aunque no estuviera a su lado. Parte del peso que sentía Martín sobre sus hombros era también porque esa el único hijo varón y porque sus hermanas las tres trabajaban en la fábrica y tenían sus noviecitos con plata, con los cuáles cuando se casaran dejarían de trabajar para ser mantenidas como una burguesas malcriadas. Él no tenía novia, no trabajaba, aunque de vez en cuando hacía unas changuitas en una farmacia de un amigo de la familia pero no le alcanzaba para nada y en el estudio no le iba muy bien pero se tenía fe.

Pero la gota que rebalsó el vaso fue la noche anterior a que Martín se vaya, cuando escuchó hablar a su padre con su madre, a la cual le decía que quería llevar a Martín a las Fuerzas Armada de prepo, sin previo aviso ni contemplación, “para que se enderece y sepa valorar las cosas” le dijo Alfredo a Blanca, la cual asintió con la cabeza, se puso un pañuelo en su cara y se limpió las lágrimas. Alfredo en seguida hizo un llamado telefónico y dijo: ”Tengo el okay, mañana a la noche vengan a buscarlo que yo se los preparo” y colgó y se quedó unos segundos mirando el teléfono y luego se fue a preparar un Cinzano.

Cuando Martín oyó eso, subió a su habitación corriendo pero descalzo, sin hacer ruido y cuando pasó por la habitación de sus padres agarró plata que había ahí arriba de la mesita de luz, unos 200 pesos y fue a su cuarto y cerró con llave, junto sus pertenencias mas queridas, algunos cds que no le podían faltar, uno de Queen, otro de Megadeth, otro de Dream Theater y algunos más, algunos libros de sus autores favoritos y guardó todo en una valija y la puso debajo de la cama.

Por fin llegó el día de irme, se dijo por dentro y le agarró un escalofrío por todo el cuerpo y se acostó. No pudo dormir nada esa noche, sólo pensaba en donde podía ir y llegó a la conclusión que lo mejor sería irse a Santa Fe, a otra Provincia, lejos de Buenos Aires y toda su mierda y sobre todo lejos de su familia.

Al otro día se levantó temprano, era sábado, y se dispuso a ir a la terminal, sacó boleto para Santa Fe y volvió a su casa. Almorzó cónsul familia muy calladamente, como si fuera el silencio, la quietud que esta diciendo que algo malo y grande está por pasar. Su madre no lo miró a los ojos en todo el tiempo transcurrido de la comida, su padre lo miraba desafiante pero sin decirle nada y sus hermanas hacía de cuenta que no estaban ahí.

-¿Pasa algo? –preguntó Martín a su padre y a su madre.
-No, no pasa nada hijo. –dijo ella.
-Si pasa, vos pasas, sos un inútil, eso pasa. –dijo el padre con voz gruesa.
-Ese es tu punto de vista, si me dejarías un poco tranquilo y yo podría hacer la vida que quiero y me trataras bien, quizás hoy yo estaría en la fábrica trabajando.
-Pero que vas a trabajar vos ahí, no durás ni un día nene! –dijo Alfredo sonriendo como quien no puede creer lo que acaba de escuchar.
-Al lado tuyo seguro que no.
-Cuidá tus palabras mocoso de mierda eh! Mas respeto con tu padre! –dijo parándose de la mesa.
-Estoy hablando bien y en serio, con vos no se puede hacer nada, todo esta mal siempre, nunca soy lo suficientemente bueno para vos. –dijo Martín y por primera vez le estaba haciendo frente a su padre.
-Vos no me hablas asi pendejo!
-¿Porque no? ¿Que vas a hacer sino? ¿Me vas a pegar, me vas putear o me vas a llevar de prepo a las Fuerzas Armadas?
-No se de que hablas pero calláte la boca ya mismo o te sopapeo.
-No quiero! Me cansé, te escuché hablando con mamá y cuando hiciste el llamado telefónico, pero no me van a llevar porque me voy, ya mismo! –dijo Martín gritando y levantándose de la mesa, al mismo tiempo que su padre también lo hacía y ambos subieron las escaleras corriendo y gritándose y pateándose.
-No te vas a ningún lado, te quedas acá! –decía Alfredo mientras su madre no paraba de gritarle a Martín que ellos sólo querían lo mejor para él.

Al llegar a su cuarto, Martín saca la valija de debajo de la cama y sale de su cuarto, pero ahí estaba su padre que no lo dejaría pasar y lo miraba con esa cara asquerosa que siempre tuvo desde su vuelta de Las Malvinas.

-Antes de irte tendrás que pasar por sobre mi cadáver. –dijo Alfredo confiadamente y se notaba que estaba hablando en serio.
-Déjame, no tiene sentido que me quede. ¿No te das cuenta que no estoy bien acá, que no soy feliz, que ustedes no son felices? Si me voy será algo bueno para todos, por favor, déjame ir, déjame salir por esa puerta y nunca más sabrán nada de mi, después de todo eso es lo que quieren y lo que siempre quisieron, que yo no exista, que yo haya existido. –dijo Martín mientras se le caía una lágrima.
-¿Sabes que? Tienes razón. Nunca te quise y nunca te querré, eres una desgracia para la familia, deberías aprender de tus hermanas, ellas si que saben ganarse el pan. ¿Y sabes que más tengo para decirte? Se suponía que vos nunca tendrías que haber nacido, así es, como escuchás, lo que dicen las vecinas del barrio es verdad! –luego de estas palabras a Martín lo invadió una rabia, una angustia, un dolor, un enojo, que todo junto fue un cóctel mortal, pero no para él, si no para su padre, porque Martín salió impulsado hacia el cuerpo de Alfredo y lo empujó por las escaleras, cuando Martín lo vió desde arriba tirado al padre al final de la escalera, tuvo una sensación de victoria que le alivió el alma, pero al ver que se movía bajó las escaleras con rapidez para escaparse y cuando estaba pasando por al lado del cuerpo de Alfredo, éste lo agarró de la pierna y le dijo: -Te mato pendejo de mierda! –y le pegó una piña en la cara que lo dio vuelta, al caer Martín vió que cerca de su mano derecha había una pinza de depilar que seguramente había dejado una de sus hermanas sin querer. Martín estiro la mano y agarró la pinza y cuando vió que su padre se acercaba dispuesto a terminar con su vida, porque lo veía en sus ojos, en su mirada, le clavó la pinza en el estómago, una y otra y otra y otra vez. –Te odio! Te odio! Te odio! –gritaba Martín mientras la pinza entraba y salía del cuerpo de Alfredo como si fuera una maceta a la cual hay que removerle la tierra para plantar alguna flor que luego saldrá hermosamente. Luego salió caminando, con la sangre en sus manos y sin mirar el cuerpo de su padre.

Alfredo no murió, pero quedó inválido y perdió un pulmón, sigue viviendo con Blanca y sus tres hijas y sigue siendo el mismo autoritario inclusive ahora desde la silla de ruedas aunque le cuesta un poco mas gritar y de vez en cuando tiene que usar oxigeno artificial, Martín nunca más volvió a su casa, nunca más habló con su familia y se fue a vivir a Santa Fe como tenía planeado.
“Desde que volvió de Las Malvinas nunca fue el mismo” seguía diciendo su madre.


FIN

7 comentarios:

  1. Le cabió al padre por puto (?)
    Hay veces que hay gente que no aprende eh!... Che, me alegro que la ahyas pasado bien en Dream :D
    Mi hermano iba a ir pero no fue porque no sé que pasó :O
    En fin Alva! Hablamos cuando te vea, o cuando me veas!
    Besos!

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  2. ¡es POESÍA ese tema!
    Malo Alva... nos veremos el 17?
    No sé, tengo que ver, yo queria ir el 27 pero me queda lejos :(

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  3. esta historia es la que mas me gusto de todas las que lei tuyas, para mi la mejor lejos de las que subiste!
    ya te dije todo, ya lo sabes, asi que siga asi señor!
    beso!!

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  4. Triste realidad, buen escrito!!!

    Pensar que hay gente así q rompe con los sueños de los hijos y vive lastimando a todos a su alrededor. Encima la mujer lo excusa repitiendo una y otra vez "desde q fue volvió de Malvinas nunca fue el mismo".
    Que tema complejo.

    TE FELICITO NUEVAMENTE !!

    Sole =)

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  5. Es el mejor cuento que escribíste de todos los que leí man. Simplemente PERFECTO. Con historias como estas, queda en evidencia que no hay necesidad de andar proclamando tinieblas y terror por doquier ya que la realidad misma es mucho más atemorizante. Un abrazo Alvaro, y no dejes de escribir nunca.

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  6. Y pensar que hay gente que dice estar feliz con la familia que le tocó en suerte...

    Saludos

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  7. Alviii, me re gusta, la verdad que escribis re bien ahora voy a seguir leyendo algun otro! Mucha suerte en este nuevo emprendimiento, te quiero :)

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