martes, 4 de mayo de 2010

IDENTIDAD DES-CONOCIDA

Después de despertar tardé un momento en orientarme. Primero noté la ausencia de la mesita de luz en su lugar habitual, cuando estiré la mano para buscar el interruptor de la lámpara. Luego noté que el armario no estaba a los pies de la cama y que la persiana no era la de mi balcón. Esa tampoco era mi casa, era evidente.

No reconocía nada de lo que me rodeaba; apenas me reconocí a mí mismo cuando me levanté con pocas fuerzas y en puntas de pies me acerqué al espejo. Tardé en asimilar mi aspecto, mi cara no parecía la habitual, mis pómulos estaban algo hinchados y de un color rosado, algo raro en mí puesto que siempre tenía frío, era lo que comúnmente se conoce como friolento y como mi piel era bastante oscura, no debería ocurrir ese efecto en mí, pero tampoco mi piel era oscura, al contrario, era bien clara, casi transparente. Mi pelo estaba desprolijo, largo como nunca antes y tenía rulos. Yo recuerdo que siempre tuve el pelo lacio y corto; esto me paralizó. Busqué otro espejo y veía la misma imagen, la misma cara, que no era la mía. Abría la boca, hacía ademanes como para tratar de encontrar algo mío, algo que me perteneciera, que me representara y que yo supiera que es mío. "Que estúpido soy, todavía no me miré el cuerpo".

Agache la cabeza, mirando hacia el suelo y me miré las piernas. El horror me paralizó, esas no eran mis piernas. Miré mis brazos, tampoco eran mis brazos. Enseguida me saqué la ropa, me desnudé y me paré frente a otro espejo de esa casa ajena y me vi. Ese no era yo, no era mi cuerpo, nada me pertenecía. Traté de calmarme y fui hasta la cama. Me senté en el borde y cerré los ojos. "Probablemente esté soñando, voy a acostarme, cerrar los ojos un rato y cuando despierte, todo volverá a la normalidad, como debe ser. Estas cosas no suceden nunca, sólo en las películas".

Me acosté con los ojos cerrados.

Diez minutos después, atemorizado, abrí los ojos. Vi nuevamente la casa ajena, la casa que no conocía. Me acerqué al espejo grande y me miré. Seguía igual, era otra persona. ¿Qué estaba pasando?.

Fui hacia el balcón y miré hacia afuera. No sabía dónde estaba. La tarde estaba hermosa, el sol quemaba los árboles y las calles con sus rayos de fuego. No reconocí nada del espacio que me rodeaba. Y hasta juraría que estaba en otra época, en cualquiera menos en la actual. Decidí salir del cuarto. Pero cuando estaba saliendo oí pasos, alguien que venía subiendo unas escaleras. "Yo no tengo escaleras en mi casa." La situación se ponía cada vez más tenebrosa.

Golpearon la puerta. Silencio. Golpearon nuevamente. Silencio. Luego de un minuto volvieron a golpear:

—¿Estas? –dice una voz femenina.

—Sí. ocupado –traté de pronunciar la menor cantidad de palabras posibles porque todavía no sabía cuál era mi voz. Al oírme no me reconocí tampoco. No era mi voz. —¿Puedo pasar? Está cerrada la puerta.

—¿Quá necesitás?

—Verte. Tenemos que ir a la casa de mis padres. ¿O ya te olvidaste? Hoy es nuestro casamiento –dijo con tono de broma–. Dale, no te hagas el olvidadizo.

No podía creer lo que estaba escuchando. “¿Quién soy? ¿Dónde estoy? ¿Me caso?” Todas esas preguntas pasaban por mi cabeza en ese momento.

—No podés pasar. Me estoy cambiando.

—No importa, quiero verte.

—Bueno, pero necesito hablar con vos. Tengo algo importante que decirte. –Estaba completamente (por entonces) decidido a decirle que yo no era quien pensaba ella que era, al menos no lo era por dentro, pero sí por fuera.

Entró la mujer y mi primera reacción cuando la vi fue quedarme callado; durante unos segundos no emití sonido, ni siquiera respiré. Dejé caer de mis manos un vaso que había tomado de una mesita y me quedé admirando a esa mujer. Su rostro era de un color rosado claro y sus mejillas tenían un tinte rojo. Sus labios eran gruesos pero no tanto, y tenía una sonrisa bien marcada que le hacía ver unos dientes que parecían hechos de leche y moldeados a manos por el mejor artista plástico del universo. Su pelo estaba rizado y le llegaba hasta la cintura (algo que encuentro hermoso a la vista de cualquier ser humano, sobre todo si es un hombre) y tenía puesto una cinta blanca que la hacía lucir como una princesa, más aún si le sumamos el vestido blanco que llevaba puesto, que le resaltaba mucho más su belleza. El vestido parecía bordado a mano, tenía pequeños diamantes pegados que, cuando los miré fijo, me hicieron reflejo con los rayos del sol y tuve que mirar hacia otro lado. Sus ojos eran verdes y toda su cara estaba bien proporcionada y no poseía ninguna arruga, ni siquiera cuando sonreía. También su vestido dejaba ver unos pechos redondos y lo suficientemente grandes, como para que cualquier hombre quisiera tenerlos en su cama. Su altura era de un metro setenta aproximadamente, un poquito más chica que yo y sus piernas parecían sacadas del dibujo de algún cuadro de doncellas extravagantes. Ella habló:

—¿Qué te pasa? ¿Qué haces? Estás embobado –dijo con una dulzura descomunal.

—Sí, perdón. Son los nervios previos al casamiento de los que la gente tanto habla. Ahora los entiendo.

Pronuncié esas palabras pero no estaba escuchándome. Estaba sumergido en mi propio mundo, en mi fantasía. Y sólo estábamos ella y yo. Aquella mujer era hermosa. Las personas generalmente dicen "Es la mujer más hermosa que vi en mi vida" para quedar bien con ellos mismos y con la dama en cuestión. Bueno, esta frase no se comparaba con la belleza de esa mujer. Nunca había visto algo así. A ella el premio a la mujer más bella del mundo le era chico. Es difícil describirla con palabras, pero era perfecta, y no sólo para mí, no era algo subjetivo, era totalmente objetivo. Cualquiera en mi lugar diría lo mismo y hubiese hecho lo mismo que yo. Callarse, no decir nada de mi identidad. Lo medité esa tarde recostado en la cama, en la habitación que no conocía y que no sabía a quien le pertenecía y me decía: "Es hermosa. Nunca tendré la posibilidad de estar con alguien tan bella. Tengo que disfrutar este momento, mas adelante busco información de quién soy y qué pasó con mi verdadero cuerpo, pero ahora estoy acá y no quiero irme. Será egoísta pero es lo que quiero. Después de todo soy humano, y nosotros hacemos cualquier cosa por ser felices, aunque sea por un instante. Y yo quiero ese instante de felicidad, aunque tenga que sacrificar mi propia vida e identidad."

Esa misma noche me casé con ella. Fuimos felices un tiempo. Luego comenzó a engañarme con otros hombres, pero no me importó, era muy hermosa y conmigo era buena, y eso me bastaba. Y nunca indague sobre mi verdadera identidad, ni siquiera volví a pensar en eso. Lo que comenzó como algo horrible terminó siendo algo hermoso, al menos para mí. Desde ese día soy Juan Cruz Valdivia esposo de Francisca de los Santos Azcurra y lo seré por el resto de mi vida. Aunque ahora me pregunto: “¿Qué habrá sido del verdadero Juan Cruz? ¿Estará en mi cuerpo?” Quizás algún día me lo cruce en otra vida.

lunes, 12 de abril de 2010

DOLRUDJA

Dolrudja es todo lo contrario, se dice que hubo personas desaparecidas en una tierra extraña, en donde hay un pantano pero aseguran que ahí desaparecieron hombres y mujeres que iban caminando y no se supe más de ellos. Sólo una persona volvió y pudo contarlo y esa persona soy yo Ezequiel.

Yo era un chico común hasta que un acontecimiento me cambió la vida, para mal. Iba caminando por el costado de ese pantano cuando alguien se me apareció, un extraño ser que estaba usando ropa vieja, algo así como la de un pirata pero un poco rota. Tenía el pelo largo y visiblemente sucio, enmarañado y atado. Su cara daba el aspecto de que había estado en una pelea recientemente, tenía sangre en un pómulo y en la nariz, el labio inferior un poco hinchado y le faltaban 3 dientes si mal no conté, lo que hacía casi inentendible lo que decía. En su mano derecha tenía una especie de rastrillo pero con tres puntas, como con el que aparece el diablo en los dibujos que la gente hace comúnmente de él. Estaba descalzo pero con los pies embarrados. Sin dudas me inspiró temor cuando lo vi y más aún cuando me habló.

—¿Adonde crees que vas? –creo que me dijo.

—Estoy paseando y me encontré con este pantano de repente.

—Venís conmigo ahora –me dijo y me tomó de las manos que más bien parecían garras.

—¿Adonde vamos? –dije tratando de zafarme de sus garras.

—A mi pueblo, sos mío ahora.

—No sé de que estas hablando, acá no hay ningún pueblo, sólo leyendas.

—¿Oíste hablar de Dolrudja?

—Son leyendas como te dije recién.

—Bueno, callate y vení conmigo, no te me vas a escapar.

No pude hacer nada, era tanto mi temor ante aquel ser que me quedé callado y ni siquiera opuse fuerza alguna.
Caminamos unos minutos y de la nada apareció una puerta delante de nosotros; vi que hizo algo con la mano, como un chasquido, como quien está cantando el tema de Los Locos Adams, pero no estoy muy seguro. Abrió la puerta, entramos y caminamos por un pasillo sin luz que iba hacia abajo. Al hacer unos veinte pasos había otra puerta con una llama en el medio. Este sujeto la empujó y la puerta cedió. Cuanto entré no podía creer lo que veía: el cielo era negro, oscuro, tan oscuro que era difícil ver, no había luz, ni siquiera artificial sólo la luz del fuego, del fuego de las plantas, las maderas, la paja que estaban incendiadas como en algún tipo de protesta cajera que esta tan de moda hoy en día. A medida que caminamos en medio de ese caos me di cuenta de que todas las personas eran iguales, excepto el sujeto que estaba conmigo, los demás tenían el mismo aspecto que este tipo pero no llevaban el rastrillo de tres puntas ni estaban descalzos ni estaban lastimados, eran personas normales; eso sí, ninguno me inspiraba confianza más bien terror, miedo, quizás era mi paranoia, pero eran todos feos, muy feos y estaban sucios, como sino se bañasen. A nadie parecía molestarle el fuego, seguramente estaban acostumbrados, como se acostumbra uno a las cosas diarias de su vida. Todos me miraban y se reían y me señalaban, y escuché murmurar a alguien algo así como, “Te llegó la hora”, mas tarde averiguaría qué significaba eso.

—¿Dónde estamos? –pregunté mirando hacia las casas, casas viejas, muy viejas que parecían iglesias, todas grandes muy grandes, todas negras y la mayoría con gárgolas ubicadas en el punto más alto de cada edificio. Cuervos rondaban en el cielo como buscando comida, y ya sabemos que los cuervos huelen la muerte, y adoran la sangre y la carne humana, por lo tanto sentían que alguien estaría por morir.

—En Dolrudja –me dijo el extraño sujeto.

—¡Quiero irme de acá! –grité y todos los que estaban cerca se dieron vuelta y se rieron.

—Si encuentras la salida te vas tranquilamente. Te doy cinco horas para que la busques –me dijo mientras me soltaba y sus ojos se agrandaban, y su boca formaba una risa irónica que no entendí en ese momento.

—Bueno, gracias. No nos veremos nunca más porque memoricé el camino por el cual vinimos. Chau. –Y me di media vuelta mientras todos se seguían riendo a mis espaldas.

Hice el mismo caminó y al llegar adonde supuestamente estaba la puerta, para mi sorpresa había un árbol prendido fuego. Seguí buscando sin éxito durante las cinco horas. Visualicé personas que me parecían conocidas, personas que había visto en la televisión o al menos eso creo. Para ser mas exactos, eran políticos a los que la gente siempre les decía, “Van a ir al infierno” u “Ojalá que te pudras en el infierno por las cosas que estás haciendo” y cosas así. También vi tigres, leones, panteras y todo tipo de animales salvajes, todos persiguiéndose los unos a los otros y peleando con rabia por sobrevivir en ese mundo atroz. Yo parecía un sapo de otro pozo en medio de todo eso y hasta atiné a pensar que me encontraba en el infierno, pero eso no tenía sentido porque nunca había hecho nada malo en mi vida.

—Acá estás.

—¿Como me encontraste? –pregunté anonadado.

—Yo encuentro a quien quiero aquí. Es mi pueblo, mi lugar, mi ciudad o como quieras llamarlo –dijo y me guiñó el ojo izquierdo; al hacerlo vi que tenía dos colmillos gigantes y muchísimas arrugas.

—¿Me estas diciendo que sos el dueño de este lugar?

—Así es –dijo orgulloso.

—¿Y porque no pude encontrar la salida, si seguí el camino sin equivocaciones?

—Nunca la encontrarás y ahora venís conmigo; ya te dí las cinco horas y se agotó tu tiempo.

Al decir esas palabras me tomó con sus garras y con su suciedad, y me llevó hacia uno de esos edificios que antes mencioné. Al entrar miré hacia mi derecha y luego hacia mi izquierda y había sangre por todos lados; no había luz tampoco sólo antorchas de fuego colgadas en la pared. Al mirar el techo vi que había jaulas, jaulas enormes con personas adentro atadas con grandes y enormes cadenas que tenían candados imposibles de abrir; no se movían, pero se notaba que respiraban y que estaban cansados de tanto gritar y pelear por escapar de ahí adentro. Los cuervos estaban en las ventanas gigantes que había por todas las paredes, esperando que alguno muriera, y así entrar y comer su cuerpo ya sin vida. La escena era horripilante, parecía sacada de una película de Tim Burton pero más oscura y tenebrosa todavía.

Fuimos hasta una puerta, la más grande y que se encontraba subiendo una larga escalera que parecía no tener fin. Abrió la puerta y vi una jaula de las que estaban colgadas pero ésta estaba vacía.

—Esa es para vos –me dijo el horrible sujeto.

—¡Nunca! Grité y saqué una cruz de mi bolsillo.

—¡Muere bestia inmunda! –le grité mientras le mostraba la cruz y le tiraba agua bendita–. Sabía que algún día te encontraría, ¡muere maldito ser viviente! –y comencé a decir lo que dice todo cura en un exorcismo.

—¡No! ¡No debo morir! ¡Nunca te olvidarás de mí! ¡Te visitaré en tus sueños, esta era tu hora! –dijo mientras se prendía fuego y se derretía, y sus huesos comenzaban a desaparecer.

Luego no pude ver nada, pero sí vi el humo que había dejado el cuerpo de ese sujeto incendiándose. Cuando el humo se disipó, me acerqué y no había nada, sólo cenizas pero al tomarlas con mis manos desaparecieron. Me paré y cuando miré a mi alrededor ese lugar monstruoso no estaba: los edificios, los animales salvajes, los cuervos, la gente horrible, las risas, la sangre, el fuego, todo había desaparecido, como si se lo hubiera tragado la tierra. Y en lugar de eso estaba el pantano. Me quedé parado un momento, luego me senté y me quedé callado sin pensar en nada. Diez minutos después me fui caminando bordeando el pantano mirando en cada árbol indicios de aquella puerta misteriosa pero nada encontré.


Hoy diez años después estoy en un manicomio a causa de todo el trauma que esta experiencia me causó, y todavía nadie me cree, y hasta me hicieron dudar a mí si todo eso había sido real. De lo único que estoy seguro es que afuera de mi habitación hay cuervos dando vueltas y que me guiñan el ojo y se ríen, y hasta creo que los escuché balbucear algo así como “Te llegó la hora”. Todos los días tengo miedo de dormirme y soñar, porque ese sujeto aparece y me mata en cada uno de mis sueños y de diferentes maneras, una más sangrienta que la otra. Creo que era mi destino y que debía morir ese día que estuve en Dolrudja, pero mi fe es grande y un cura no puede morir en manos de un sujeto como ese, aunque les confieso que más de una vez se me cruzó por la cabeza abrir la ventana de mi habitación.

miércoles, 7 de abril de 2010

SELENIA

Lo primero que se debe decir sobre Selenia es que es una ciudad hermosa, viva y alegre. Es como aquella primera novia, el primer amor de nuestra vida que nunca vamos a olvidar y con la cual pasamos momentos hermosos y eternos, porque son la primera experiencia y en general esto se te queda grabado en el cerebro para toda tu vida. Una vez que visitas este maravilloso lugar llamado Selenia, no te querés ir más. El cariño de su gente, lo bello de sus verdes paisajes, la arquitectura moderna pero no exagerada donde viven familias numerosas con perros y gatitos, gallinas y conejos, canarios y tortugas, los caminos perfectos, con una tierra lisa y llana y bien cuidada como si fueran expertos agricultores esperando ser recorridos.

La primera (y única) vez que fui allí fue por casualidad, aunque no creo en las casualidades (más bien todo lo contrario), creo en que todo pasa por algo y paso a contarles la historia.

Yo estaba navegando, como acostumbraba, por el Río cuando de repente el cielo se puso negro, como si estuviera por abrirse un gran hoyo negro y succionara todo a su paso, comenzaron a sentirse truenos y a iluminarse aquel oscuro firmamento con temibles rayos acompañados por estruendos que podrían haber dejado sordos a más de uno y de una fuerte lluvia seguida de granizo, granizo que parecían piedras arrojadas con furia por alguien, como cuando sos un niño y querés experimentar tirándole con piedras a las latas para medir tu fuerza y demostrar que sos más que los demás niños de tu edad. Todo eso completó mi mala suerte, nunca antes me había ocurrido algo así, por eso ni mi barco ni yo estábamos preparados para semejante recibimiento de la madre naturaleza.

Lo siguiente que recuerdo es despertarme en una pequeña habitación, acostado en una confortable cama mirando hacia arriba. Cuando di vuelta mi cara hacia la derecha vi una mesita de luz con un velador y un retrato de cinco personas, que más tarde supe que era la familia dueña de la casa y salvadora de mi vida. La habitación estaba callada pero se respiraba un aire limpio y puro, nada que ver al que se respira en Capital Federal. Giré mi cara hacia la izquierda y vi a una persona de espaldas que aparentemente buscaba algo en una gran mesada. Al darse vuelta esta persona vi en su rostro una serenidad y amabilidad nunca vista antes por mí, a pesar de ser un hombre de viajes, de grandes viajes por el mundo. Sus pequeños ojos transmitían tranquilidad y calma, eran verdes, un verde transparente capaz de enamorar a cualquiera que los mirara, que sea capaz de mirarlos con detenimiento, porque esos ojos no eran ojos cualquiera, había algo que los hacía especiales y no era fácil mirarlos por mucho tiempo sin que se te nuble la vista y tengas que cambiar el punto de visa o el enfoque. Una nariz diminuta, casi imperceptible si esto es posible, una boca que al verme me sonrieron y se movieron pronunciando una frase que no escuché, mejor dicho que no presté atención porque estaba metido en mi cabeza, en mis pensamientos mas profundos que ahora mismo estoy relatando. La mujer habló de nuevo y esta vez tuvo toda mi atención.


-Por fin despiertas. –dijo alegre y acercándose hacia mi que seguía inmóvil en la cama.

-¿Qué pasó? ¿Qué me pasó? ¿Dónde estoy? –fue lo primero que cualquiera diría en mi situación, que cualquiera diría cuando se despierta en un lugar que no conocés y donde nada te parece familiar y sobre todo que no sabes que te pasó.

-Tranquilo, no temas. Te encontramos en la orilla del Río, tirado en la arena, y más lejos encontramos a tu barco casi totalmente destruido. –me contó mientras me ponía unas gasas en mi pierna derecha donde vi que tenía muy lastimado, pero increíblemente sus manos suaves hacían que el dolor desapareciera. –Estas muy lastimado y en varias partes. –me dijo.

-Muchas gracias. No sabes cuanto te agradezco.

-Así somos en Selenia. –dijo y su risa mostró una dentadura perfecta y blanca junto con unos labios carnosos pero no tanto, “el punto justo” siempre me decía un amigo.

-¿Selenia? Nunca escuché ese nombre y yo soy un gran viajero.

-Nadie nunca ah escuchado. –creo que me dijo, porque yo tenía mucho sueño, estaba muy cansado y no escuchaba del todo bien. Pero ahora puedo asegurar que lo que escuché fue lo correcto. A causa de esto mi reacción no fue la de un ser humano normal que le dicen semejante cosa.

-Eso es raro. Muchas gracias nuevamente, pero debería volver a casa.

-Aún no puedes. Tienes muchas lesiones te dije y tu barco no está terminado. Mi familia se está ocupando de eso y yo de ti. -Al decirme eso sentí un escalofrío, el que se siente cuando la mano de tu ser amado roza tu cuerpo por primera vez. Luego me dormí profundamente.

Pasaron varios días hasta que pude caminar, aunque con dificultad y salí afuera. Veo que varios hombres trabajan en mi barco, algunos desde abajo, otros en su interior, al menos alcance a contar veinte hombres, hombres que no me conocían, que ni siquiera habían hablado conmigo y así y todo me estaban ayudando, sin saber nada sobre mí, bien podría ser algún demente o algún ladrón que va viajando de ciudad en ciudad robando en su gran barco, pero a ellos no les importaba, confiaban en sus instintos y era amables por naturaleza.

-En unos días podrás irte. –me dijo ella mientras regaba las flores de su gran jardín, porque en allí cada casa tiene su jardín bien cuidado que hacen a esta ciudad tan bella y armoniosa. El sol le daba en la cara proyectando una hermosa sombra en el piso sobre sus espaldas, parecía como si la sombra fuera a tomar vida e ir al cielo. Ella en ese momento parecía un ángel, un ángel que apareció en mi vida para salvarme de la muerte en aquel Río.

-No tengo palabras para demostrar mi gratitud. Quizás algún día tú y tu familia podrían ir a visitarme a mí casa así los agasajo para agradecerles todas las molestias y les pago los gastos ocasionados en el arreglo de mi barco.

-Me temo que eso no será posible. –me dijo sonriéndome como siempre lo hacía.

-¿Por qué no? –pregunte asombrado.

-Algún día lo sabrás, pronto. –me dijo y se dio vuelta mirando a sus flores y prosiguió regándolas porque mientras hablábamos, había dejado de regarlas.

En ese momento no me di cuenta lo que significaban esas palabras.

Pasaron varios días y aquella familia me trató como a un integrante más de ellos. Ricas y abundantes comidas, juegos triviales y divertidos, caminatas por el Río y visitas al centro de la ciudad se sucedieron día tras día. Me hicieron sentir tan bien, que yo me acostumbré y me sentí mejor que en mi propia casa, estaba en esta perfecta ciudad llena de colores disfrutando de un rico desayuno cuando viene ella y me dice:

-Tu barco está listo.

-¿Tan rápido?

-Pasó un mes. Nos hubiese gustado haberlo terminado antes pero hicimos todo lo que estuvo a nuestro alcance para terminarlo lo antes posible.

-Como pasó el tiempo. Me parece que fue ayer cuando me desperté en tu cama.

-Acá el tiempo no importa, pasa más rápido que en otro lado, pero eso es porque se nos pierde la noción del mismo.

-Creo que eso sucede en todas las hermosas ciudades como Selenia. –en el fondo yo sabía que esa era la ciudad mas hermosa de todas las que yo había conocido, que eran muchas, y que el tiempo realmente no importaba cuando se estaba tan cómodo.

Esa misma tardé, a pesar de mis ganas e insistencia de querer quedarme, partí de Selenia luego de una merienda con toda la familia y de abrazar y agradecer a cada uno, en especial a ella, a mi ángel que me cuidó durante un mes. Al abrazarla sentí una fuerte emoción y ella besó mis labios y me dijo:

-Nunca me voy a olvidar de vos. Te voy a visitar en tus sueños.

-Eso espero. –le dije con los ojos llorosos. Vi que sus ojos también brillaban. Estaba más hermosa que nunca.

Me acompañaron hasta mi barco y se quedaron saludándome desde la arena mientras yo subía y preparaba todo para partir. Al arrancar el barco miré hacia atrás para poder divisar la ciudad y saludar a la familia, pero no había nada de nadie, sólo montañas y lagunas, hermosas por cierto, con aguas cristalinas. Sólo vi una luz por arriba de una de las montañas que se prendió y apagó varias veces hasta que parpadeó por última vez y se disolvió en la nada como una estrella fugaz: -Es ella. –pensé para mi interior. Mi asombro fue tal que no dije nada a nadie.

No sé si todo esto fue un sueño o si ese mágico lugar existió o si existe aún, porque al llegar a mi casa busqué en la computadora información sobre Selenia y no encontré nada. Sólo sé que fue lo más hermoso que me pasó en mi vida y algo más, ella me visita todos los días en mis sueños y es tan real que no sé cuando estoy dormido y cuando despierto.

lunes, 29 de marzo de 2010

RECUERDOS OSCUROS

Fragmento del diario íntimo de Gabriel:


Lunes 22 de Marzo de 2010:

De pronto me encuentro solo en la oscuridad de la noche, en mi cuarto, sin recordar episodio alguno de lo ocurrido esta tarde; solamente me queda un pequeño recuerdo, confuso y borroso. Recuerdo haber hablado con Matías en algún momento de la tarde, tengo su imagen en mi cabeza diciéndome que no me preocupara más, que todo iba a mejorar y que pronto terminaría este calvario que estaba viviendo. Y ahora, mientras escribo esto, estudio sus palabras y trato de buscarles un significado pero no lo encuentro.

Voy a repasar los hechos para aclarar qué sucedió esta tarde, qué me pasó y por qué me siento de esta manera, tan abrumado y sin ganas de nada pero a la vez con ganas de empezar todo de cero.

Voy a repasar los hechos como dije anteriormente. Primero, debo empezar por lo que sucedió hace exactamente una semana, cuando estaba en mi departamento estudiando para mi examen de ingreso a la Universidad, y recibí el llamado de mi padre, que vive con mi madre en Flores y me dijo que ella estaba enferma, que la habían internado de urgencia y que vaya de inmediato a verla. Le digo que ya mismo salgo para allá y que no se altere ni se preocupe y que todo iba a estar bien, porque en su voz y en su forma de hablar y pronunciar cada palabra se notaba la angustia que tenía; hablaba aceleradamente, aunque él se caracteriza por ser un hombre calmado y tranquilo al hablar. Con estas conjeturas también me di cuenta de que lo de mi madre no era algo normal, sobre todo porque a ella nunca le ocurren este tipo de caídas, siempre llevó una vida sana y tranquila, y siempre gozó de buena salud. Todo esto, sumado a la voz de mi padre, no eran buenos síntomas y corté el teléfono: ya estaba empezando a sentirme algo nervioso.

Tomé el primer colectivo con destino a Flores. Luego de media hora de viaje llego al hospital y veo a mi padre, con lágrimas en sus ojos que viene hacia mí, con prisa pero a la vez no queriendo llegar nunca a mis brazos, tratando de evitar aquel encuentro. En ese momento temí lo peor porque uno cuando está en un hospital siempre teme lo peor y saca este tipo de conclusiones sin saber nada antes. Efectivamente las primeras palabras de él al abrazarme y besarme fueron estas: “Se nos fue Gabi, se nos fue. Está en un mundo mejor ahora. Hay que recordarla como era en vida. Feliz y cariñosa, una mujer hermosa, amable e inteligente y, sobre todo, buena persona, la mejor persona que conocí en mi vida”.

Al escuchar estas palabras de parte de mi padre, recuerdo ahora, que ya no lucía como cuando hablamos por teléfono, al contrario, estaba calmado y tranquilo, como si estas palabras que me dijo las hubiese pensado mientras yo iba camino al hospital.

Los días siguientes a ese hecho fueron horribles, los peores de mi vida. Me la pasaba encerrado en mi cuarto, recuerdo. Cuando llegó el sábado el primer movimiento de recuperación que hice fue llamar a mi novia e invitarla a salir. Ella me dijo que la llamé en el momento justo porque tenía que hablar conmigo. En ese momento mis pensamientos comenzaron a vagar nuevamente como cuando recibí la noticia de la muerte de mi madre. Recuerdo que el camino de mi departamento hacia el bar fue eterno, interminable. Los dos estábamos en silencio, sin omitir palabra alguna; se notaba la tensión, casi se la podía ver. Por la forma en la cual ambos caminábamos era como si no estuviésemos ahí, como si ella estuviese caminando por la vereda de enfrente y nunca nos hubiésemos conocido, como si fuésemos dos extraños más vagando sin rumbo por Capital Federal, dos almas solitarias que nunca cruzarán palabra.

Llegamos al bar y nos sentamos en misma mesa de siempre, casi en el medio del salón, no sé por qué, pero nos gustaba esa posición, y por fin ella habló:
—Tengo que decirte algo. No quise hacerlo antes porque vos estabas mal y yo no quería ponerte peor, así que esperé y cuando recibí tu llamado fue como una señal de que estabas mejor –dijo sin respirar, sin dejarme decir nada entre medio y mirándome a los ojos. Siempre parecía nerviosa, pero no lo estaba, así era ella, indescifrable, capaz de cambiar de humor de un segundo a otro, nunca entendí cómo hacía eso pero creo que todas las mujeres deben ser así en cierto modo, me da esa impresión.
—¿Qué sucede amor? –le dije tímidamente, casi sin pronunciar la palabra “amor”; fue tibia e imperceptible.
—Antes que nada te pido perdón, no estaba en mis planes pero…conocí a alguien, fue casual. Yo estaba en el cumpleaños de…
—No me cuentes más, no quiero saber más nada –la interrumpí abruptamente.
—Sólo quería explicarte.
—Basta, no hables más. Pero dime esto ¿Ya no me quieres?
—No es eso. La relación llegó a un límite, nada será como antes, no me siento bien, no soy feliz.
Nunca entendí qué significa esa frase “la relación llegó a un límite” que parece gustarles tanto a las mujeres hoy en día. Una relación no tiene fecha de vencimiento como una lata de tomates o un yogurt, o querés estar con la persona o no, así de simple.
—Esta bien, si eso es lo que pensás te respeto –dije finalmente luego de pensar unos segundos.
El resto del encuentro fue sombrío; ya sabíamos que sería nuestra última salida juntos, pero no nos dijimos nada lindo, ni siquiera discutimos, cosa que me pareció rara; quizás yo tampoco sentía tanto amor como pensaba. Seguramente, mi reacción tampoco fue la esperada por ella; tal vez todavía en mi cabeza estuviera dando vueltas la muerte de mi madre, y ahora que lo veo unos días más tarde, creo que esa es la razón principal de mi reacción o, mejor dicho, de mi no reacción.

El domingo fue normal, nada extraño ocurrió, miré el partido de Boca con mis amigos mientras tomábamos mates; nada fuera de lo común para un domingo.

Y así llego a esta mañana. Ahora me vienen más recuerdos, ahora que revolví en mi cabeza me llegan más pensamientos claros.
Hoy me levanté a las ocho, prendí el televisor como siempre hago, ¿y qué vi que me causó más daño aún? Ah, ya recordé. Un choque. ¿Pero por qué me dolió tanto? Me veo sentado frente al televisor, mirando atento, callado y con lágrimas en mis ojos. Veo un Polo blanco. ¿Un Polo blanco? ¿Quién tiene un Polo blanco? Debo hacer memoria. Veo que dicen que fallecieron los integrantes del auto. ¿Pero quiénes son? ¿Los conozco acaso? Son adolescentes, de sexo masculino. Chocaron contra un camión que cruzó cuando el semáforo estaba en rojo. Ahora me veo llorando desaforadamente gritando dos nombres pero no recuerdo cuáles. Hace diez minutos que estoy tratando de acordarme de ese momento y de los nombres, pero no puedo. Ya sé, ahora sí, recordé y se me están llenando los ojos de lágrimas, y retiembla la mano mientras escribo esto. ¡Juan y Nicolás! ¡Mis dos mejores amigos! Murieron esta mañana en ese accidente. ¡Están muertos! Ahora recuerdo todo, fui al velorio y a la tarde cuando volví al departamento estaba muy deprimido, no paraba de llorar, estaba en mi peor momento. La seguidilla de sucesos que me ocurrieron esta semana fueron terribles, no creo poder recuperarme nunca. Ahora ya sé qué hice esta tarde, o mejor dicho, qué intenté hacer, pero sin éxito, y ya sé por que está mi padre cuidándome, casi vigilándome. Él está en el living y yo aquí en mi pieza. Ya sé porque está aquí y recuerdo que me encontró justito cuando estaba por apretar el gatillo apuntando a mi cabeza, pero lo que no sabe es que tengo otra pistola que un día me regaló mi madre, que en paz descanse, “porque en este barrio hay muchos locos sueltos”, me dijo, “y no se puede confiar en nadie, hay mucha inseguridad”, y me hizo prometerle que la usaría sólo en una situación extrema, que me la daba para que ella se quedara tranquila y pudiera dormir de noche, y por supuesto que yo le dije que sí, que nunca la usaría y de hecho cumplí.
Pero esta es una situación extrema, madre, y yo sé que vos estás tranquila allá arriba, pero yo no lo estoy acá así que…,padre, cuando estés leyendo esto probablemente yo ya esté en otra vida, en una vida mejor, junto con mamá y mis dos mejores amigos. Te amo pá, y gracias por todo, perdón por dejarte sólo pero no aguanto más. Espero que al leer esto sientas compasión por mí o al menos me entiendas y entiendas lo que pasaba por mi cabeza. Adiós.


P. D: Ahora sé porque mi mente borró todo esto de mi cabeza y maldigo mi memoria y maldigo haber recordado todo.




Viernes 26 de Marzo:

Pasaron cuatro largos y duros días desde la última vez que escribí. Que mal la pasé, peor de lo que podría haberme imaginado porque como verán, no pude terminar con mi vida, mejor dicho no tuve las agallas para hacerlo. Cuando escribí Adiós se me vino a la mente mi Madre (que en paz descanse), que no tuvo oportunidad de despedirse, por eso decidí pasar unos días con mi Padre, para ver como me sentiría y para hacer como una especie de despedida hacia él, porque después de todo, él no es el culpable de nada, de hecho siempre estuvo conmigo y me apoyó en todo, y sobre todo en estos días en los cuales me veía decaído, llorando, paseando por la casa a oscuras sin sentido alguno, por las noches yo me despertaba abruptamente gritando ¡Madre! ¡Madre! Y él aparecía y me preparaba un té para tranquilizarme y juntos nos poníamos a recordarla, momento en el cual siempre se le ponían los ojos brillosos pero nunca se le caía una lágrima, demostrando la entereza, fuerza y valor que tenía, tres valores fundamentales que ya no logro encontrarlos en mi vida. Pareciera que el dolor le ganó al amor.

Como dije antes, mi Padre estuvo constantemente arriba mío en estos días, me demostró mucho amor, me cuidó y se interesó por mi bienestar, todo eso no puedo hacer mas que agradecérselo, pero ahora si estoy completamente decidido a suicidarme, no puedo seguir viviendo así, soy muy joven y en muy poco tiempo me pasaron cosas horribles, atroces, por ejemplo ayer me enteré que se casa novia, hace menos de una semana que cortamos y ya se casa, yo me pregunto ¿Hace cuanto que estaba saliendo con ese tipo?¿Durante cuanto tiempo me engañó? Que ciego fui, y siempre será igual, porque soy así, ciego, confío demasiado en las personas y en este mundo no se puede vivir de esta manera y no estoy dispuesto a cambiar mi forma de ser para lograr la aceptación de la sociedad, esta maldita sociedad que nos rodea y que nos dice que hacer y que no hacer, que esta mal y que esta bien, yo no sé que se creen que son algunos, ¿Los jueces del universo? Este mundo de hoy es un infierno y yo estoy en él, ¿Que peor podría ser morir? No creo poder estar. Quizás este mejor en aquel mundo, mejor de lo que estoy acá, tu me extrañarás Padre, lo sé, pero no hay nada que pueda hacer ni que puedas hacer para que yo cambie de opinión, la decisión esta tomada, ya es tarde, ya sufrí mucho, ya pasé por muchas cosas que no estaba preparado para sufrirlas, como dije antes, soy joven y no quiero seguir viviendo así, no me merezco todo este dolor que tengo en mi interior. Ahora si espero que sepas entenderme Padre, y trata de ser feliz como yo no pude serlo acá. Nos veremos en otra vida, al menos eso es lo que quiero pensar.

sábado, 20 de marzo de 2010

PENSAMIENTOS RETORCIDOS

Franco está sólo en su casa, sus padres se fueron de vacaciones a Punta del Este, es hijo único y por lo tanto tiene toda la casa para él sólo por quince días. –Cuidá la casa, limpiá y ordená, quiero ver todo igual cuando regresemos. Ah, y ojo con tus amiguitos y tu noviecita, no hagan lío, mirá que yo me entero de todo. –no le veo nada nuevo a esto, pensaba Franco en ese momento, si me lo dice todos los santos días.

Estaba feliz porque no tendría que soportar los gritos de su madre ni los enojos de su padre y además porque por fín podría tener intimidad o tiempo a solas en su casa, con Analía, su novia con la cual no hacía mucho que salía.

Hoy es el día, pensaba Franco, en una hora llega Analía, todo debe ser perfecto porque ella lo es. Temprano ese día Franco había limpiado toda la casa, acomodado las cosas, había comprado los ingredientes para cocinar y también había alquilado una película de amor, típica para ver en pareja. Media hora antes de lo pactado con Analía, ya tenía todo preparado, la comida estaba casi lista.

A las nueve, que era la hora a la cual supuestamente venía Analía, Franco mira por la ventana impaciente y no la ve venir. –Que raro, ella que es tan puntual. –dice en voz alta moviendo la cabeza de derecha a izquierda. -Quizás este algo retrasada, no debo pensar más giladas.

Pasan quince minutos y ya Franco comienza a hacer conjeturas dentro de su cabeza. ¿Le habrá pasado algo? ¿Qué hago? ¿La llamo? No, no quiero parecer desesperado, ya llegará. ¿Pero y si no la llamo y efectivamente le pasó algo? No creo, porque ante tal caso me hubiera llamado o avisado de alguna manera. Ya debe estar por venir, no debo pensar más.

Pasan quince minutos más y Franco se empieza a comer las uñas del nerviosismo y nuevamente vuelven los pensamientos a su cabeza de enamorado: Seguro que no viene. Seguro se dio cuenta que hoy íbamos a estar solos por primera vez. Seguro lo vió en mis ojos. Seguro pensó que yo estaría así, como estoy, ansioso y nervioso y por eso no viene. Pero no estaría así si ella hubiera llegado a horario. Claro, ella es la culpable, yo no, yo hice las cosas bien. Es obvio que alguna vez tendremos que hacer el amor y hoy era el día, pero claro, la señorita no piensa venir y encima ni siquiera me avisa. Ma si, cuando la vea recorto el rostro, de una, ya fue todo, mirá si yo voy a estar así por una minita, hay miles, millones dando vueltas por ahí. Segundos mas tarde reflexiona: Pero Analía es hermosa, inteligente, única y tan pero tan buena! No importa, esto no se lo perdono, jamás! Y al pasar esto por su mente, golpea la mesa del living donde estaba esperando a su novia.

Franco se puso a mirar televisión, pero cuando escuchaba algún ruido proveniente de la calle o de su vereda, miraba la puerta de su casa o la ventana, para ver si ella se acercaba.

¿Pero a quien quiero engañar?, seguía maquinándose Franco por dentro, ¿mirá si una chica como Analía va a andar con alguien como yo? Era sabido que no me iba a querer más, que se aburriría conmigo, que tarde o temprano se cansaría de mí, si soy horrible, feo, feo, feo, horrible! Y un inútil, ni trabajo puedo conseguir, no me merece. En cambio ella, ella es divina y estudiosa, si, muy estudiosa, ya se recibe de contadora y con tan sólo 23 años recién cumplidos, se merece alguien mejor, que este a su nivel, a su altura, que ni me llame, esta bien lo que hace, si soy un fracaso.

Quince minutos después Franco se va al dormitorio y con lágrimas en los ojos piensa: ¿Por qué me dejó? ¿Qué hice mal? Siempre la trate bien, siempre fui un amor, siempre le di lo mejor.¿Que hice mal? Nada hice mal. ¿Quizás le demostré mucho cariño en poco tiempo? Eso a algunas mujeres no les gusta. Pero así soy yo y a ella le gustaba, no parecía molestarle, nunca me dijo nada al respecto. En ese momento Franco se larga a llorar desconsoladamente. –Volvé Analía, volvé! –grita a la nada misma. -Te extraño, te quiero!

Luego de llorar unos tres o cuatro minutos más o menos, vuelve al living y sigue pensando: ¿A quien quiero engañar? Por supuesto que hice todo mal. No tenía que ser tan meloso. Tengo que aprender a ser mas cauteloso, a ir despacio, basta de ser tan demostrativo. Se acabó! Nunca voy a volver a serlo. Desde hoy nace un nuevo Franco, no voy a cometer de nuevo el mismo error, se puede ir a la mierda Analía y toda su belleza y amor, no tengo que pensar mas en ella, chau Analía, no sos nadie para mí, nunca lo fuiste, se acabó. De repente se escuchan pasos afuera que interrumpen los pensamientos de Franco, este mira hacia la puerta y se escuchan que golpean tres veces.

-¿Quien es? –pregunta desconcertado.
-Soy yo tonto, Analía. –dijo con su voz tan hermosa y sensual, tan suave y tierna, tan de mujer.
-Ya te abro. –dijo Franco con demasiado alegría en su voz.
Analía entra, lo mira, lo abraza y lo besa apasionadamente y luego le dice:
-Perdón por el retraso, pero no sabes el tráfico que había, hubo un choque múltiple en cadena, mirá si chocaba yo! Y el celular mirá –se lo muestra a él –se me quedó sin batería. ¿Podes creer? Es el colmo, cuando más los necesitas…siempre lo mismo con estos celulares, por eso yo estoy en contra de la tecnología. ¿Comemos?
Franco se queda unos segundos callado, como pensando algo hasta que finalmente dice:
-Si dale, tengo que calentar el pollito y ya estamos listos para comer.
-Bueno, necesito ir al baño. ¿Dónde es?
-Allá -señalando el baño frente a la mesa del living donde él estuvo sentado esperándola tanto tiempo y donde ahora estaban dispuestos a cenar en pareja.
-Gracias. A ver, mirame. –le dice Analía - ¿Vos estuviste llorando? –mientras le toca los ojos, como queriendo verificar si su pregunta fue adecuada o no.
-¿Quién yo? –dice Franco poniendo cara de sorprendido.
-Si pavote, vos. ¿Quién más sino?
-No, no lloré, estuve cortando cebollas, seguramente fue eso.
-Ah bueno, si tu lo dices. Ya vuelvo amor.

Esa última palabra de Analía fue todo lo que necesitaba Franco, fue lo más hermoso que le pasó desde que sus padres le regalaron una moto cuando cumplió 16 años y sacó el registro. Y mientras Analía se alejaba en dirección hacia el baño, él pensaba en lo linda que es y en cuanto la quería. Menos mal que vino, menos mal que esta conmigo se decía. Debo quererla más que nunca, debo cuidarla más que nunca y gritándole para que ella escuche le dijo:
-Te quiero Analía! Y mucho!
-Yo también te quiero y mucho más! –gritó ella desde el baño casi mas fuerte que él.

Que tonto fui en pensar que me dejaría. ¿A mi? ¿Justo a mí? Pero por favor! Mirá lo que soy!–pensaba mientras se miraba al espejo y se acariciaba la cara y se agarraba el mentón y torcía la boca para un lado y para el otro, como examinando cada ángulo y facción de su rostro.

Esa noche cenaron, miraron la película e hicieron el amor hermosamente y por primera vez en la larga vida que tuvieron juntos.

martes, 16 de marzo de 2010

GUERRA EN LA FAMILIA

-Yo hago lo que quiero! A mi nadie me va a decir que hacer con mi vida! Se lo merecía! –le gritó Martín a su mamá mientras cerraba la puerta detrás suyo con todas sus fuerzas y llevaba en mano una valija con algo de ropa. Con sus 20 años recién cumplidos no soportó más a su familia que día a día le recordaban lo miserable que era y que no tenía futuro y le reprochaban el hecho de no trabajar con su padre en la fábrica de la cual él es dueño y que en vez de hacer eso se le “ocurrió estudiar Abogacía ahora”, como decía su madre a las viejas chusmas del barrio y otros familiares que sólo aparecían para ocasiones especiales, como suele suceder. Mientras su hermana le gritaba desde la ventana de su pieza que no se vaya porque sólo no podía hacer nada, su padre lo puteaba desde la cocina, chorreando sangre por todo el cuerpo y ya sin fuerzas y su madre llorando, ya habiendo cruzado la puerta por la cual salió Martín, le gritaba que vuelva inmediatamente adentro, que todo era un capricho, él sin embargo caminaba con mas firmeza que nunca en su vida y hasta sonriendo, con esa sonrisa victoriosa que caracteriza al ser humano.

Su padre como dije antes, era dueño de una fábrica y siempre pensó desde aquel 23 de Junio de 1990 que su hijo, el machito de la familia, sería el sucesor de todo eso y que haría honor a su apellido. Nada de eso ocurrió, Martín jamás puso un pie en la fábrica, menos iba a hacerlo si lo obligaban o si ya tenían pensado el futuro suyo de antemano. Alfredo, como se llamaba su padre, martirizo a su hijo siempre con la idea de que trabaje en la fábrica mientras iba al colegio y que cuando terminara sería el dueño, por eso todos los días le decía lo mismo: -Que lindo cuando me cebes mates en la fábrica hijo. –y le brillaban los ojos, casi se le ponían llorosos. Martín nunca dijo ni si ni no, directamente no decía nada, lo cual enfurecía mas aún a Alfredo. Un día cuando tenía 15 años y recién llegaba del colegio su padre lo encaró y le dijo: -Hijo, hoy te venís a la fábrica conmigo a la tarde, me cebas unos mates y te muestro el lugar así ya te vas familiarizando con todo y todos.
A lo que Martín respondió: -Tengo sueño, me voy a dormir un rato, suerte en la fábrica. Luego de estas palabras el padre le gritó como siempre hacía y se sacole cinto y lo corrió por toda la casa pegándole “ese mocos tiene que aprender lo que es bueno” le comentaba a la noche a su esposa. Situaciones como esa y otras peores pasaron muchas veces. Martín estaba todo machucado, siempre con dolores en el cuerpo y huesos quebrados pero nunca hizo la denuncia a la policía y menos que menos hacerle frente a su padre, él sabía de lo que era capaz, “desde que volvió de Las Malvinas nunca fue el mismo, perdónalo Martincito, él no tiene la culpa”, siempre le decía su madre por las noches antes de dormirse, con una voz suave capaz de convencer hasta a el alma menos sensible que pueda existir. Blanca, como se llamaba ella, era una mujer alta, corpulenta, que en su juventud había sido muy hermosa como los demuestran las fotos que hay sobre la mesita de luz de su habitación, pero ya no era la misma mujer, en parte por el régimen autoritario de su esposo y también por su culpa, Alfredo la golpeaba, la golpeó muchas veces, “desde que volvió de Las Malvinas no es el mismo” siempre decía y se largaba a llorar cuando nadie la veía, si hasta las chusmas del barrio comentan que Martín fue fruto de una violación por parte de Alfredo, cuando a finales de los 80s ellos dos estaban separados, pero esto nunca fue dicho por nadie en la casa y hasta el día de hoy ni se habla al respecto. Blanca se dedicó a ser ama de casa cuando nació su primera de tres hijas mujeres, Rosita, teniendo que haber dejado sus estudios de Medicina de inmediato y habiendo optado por cuidar su nueva familia en vez de dedicarse al estudio. Alfredo siempre fue el sostén de la familia, a la cual nunca le faltó nada, por eso el odio hacia Martín era tan grande, “lo tiene todo, todo, no le falta nada, y mirá lo que hace…nada! Nunca me viene a ayudar a la fábrica. Para que quiere estudiar? Acá el pan se gana trabajando, rompiéndose el lomo todos los días, que estudio ni estudio! Es un inútil!” siempre decía sabiendo que Martín lo estaba escuchando aunque no estuviera a su lado. Parte del peso que sentía Martín sobre sus hombros era también porque esa el único hijo varón y porque sus hermanas las tres trabajaban en la fábrica y tenían sus noviecitos con plata, con los cuáles cuando se casaran dejarían de trabajar para ser mantenidas como una burguesas malcriadas. Él no tenía novia, no trabajaba, aunque de vez en cuando hacía unas changuitas en una farmacia de un amigo de la familia pero no le alcanzaba para nada y en el estudio no le iba muy bien pero se tenía fe.

Pero la gota que rebalsó el vaso fue la noche anterior a que Martín se vaya, cuando escuchó hablar a su padre con su madre, a la cual le decía que quería llevar a Martín a las Fuerzas Armada de prepo, sin previo aviso ni contemplación, “para que se enderece y sepa valorar las cosas” le dijo Alfredo a Blanca, la cual asintió con la cabeza, se puso un pañuelo en su cara y se limpió las lágrimas. Alfredo en seguida hizo un llamado telefónico y dijo: ”Tengo el okay, mañana a la noche vengan a buscarlo que yo se los preparo” y colgó y se quedó unos segundos mirando el teléfono y luego se fue a preparar un Cinzano.

Cuando Martín oyó eso, subió a su habitación corriendo pero descalzo, sin hacer ruido y cuando pasó por la habitación de sus padres agarró plata que había ahí arriba de la mesita de luz, unos 200 pesos y fue a su cuarto y cerró con llave, junto sus pertenencias mas queridas, algunos cds que no le podían faltar, uno de Queen, otro de Megadeth, otro de Dream Theater y algunos más, algunos libros de sus autores favoritos y guardó todo en una valija y la puso debajo de la cama.

Por fin llegó el día de irme, se dijo por dentro y le agarró un escalofrío por todo el cuerpo y se acostó. No pudo dormir nada esa noche, sólo pensaba en donde podía ir y llegó a la conclusión que lo mejor sería irse a Santa Fe, a otra Provincia, lejos de Buenos Aires y toda su mierda y sobre todo lejos de su familia.

Al otro día se levantó temprano, era sábado, y se dispuso a ir a la terminal, sacó boleto para Santa Fe y volvió a su casa. Almorzó cónsul familia muy calladamente, como si fuera el silencio, la quietud que esta diciendo que algo malo y grande está por pasar. Su madre no lo miró a los ojos en todo el tiempo transcurrido de la comida, su padre lo miraba desafiante pero sin decirle nada y sus hermanas hacía de cuenta que no estaban ahí.

-¿Pasa algo? –preguntó Martín a su padre y a su madre.
-No, no pasa nada hijo. –dijo ella.
-Si pasa, vos pasas, sos un inútil, eso pasa. –dijo el padre con voz gruesa.
-Ese es tu punto de vista, si me dejarías un poco tranquilo y yo podría hacer la vida que quiero y me trataras bien, quizás hoy yo estaría en la fábrica trabajando.
-Pero que vas a trabajar vos ahí, no durás ni un día nene! –dijo Alfredo sonriendo como quien no puede creer lo que acaba de escuchar.
-Al lado tuyo seguro que no.
-Cuidá tus palabras mocoso de mierda eh! Mas respeto con tu padre! –dijo parándose de la mesa.
-Estoy hablando bien y en serio, con vos no se puede hacer nada, todo esta mal siempre, nunca soy lo suficientemente bueno para vos. –dijo Martín y por primera vez le estaba haciendo frente a su padre.
-Vos no me hablas asi pendejo!
-¿Porque no? ¿Que vas a hacer sino? ¿Me vas a pegar, me vas putear o me vas a llevar de prepo a las Fuerzas Armadas?
-No se de que hablas pero calláte la boca ya mismo o te sopapeo.
-No quiero! Me cansé, te escuché hablando con mamá y cuando hiciste el llamado telefónico, pero no me van a llevar porque me voy, ya mismo! –dijo Martín gritando y levantándose de la mesa, al mismo tiempo que su padre también lo hacía y ambos subieron las escaleras corriendo y gritándose y pateándose.
-No te vas a ningún lado, te quedas acá! –decía Alfredo mientras su madre no paraba de gritarle a Martín que ellos sólo querían lo mejor para él.

Al llegar a su cuarto, Martín saca la valija de debajo de la cama y sale de su cuarto, pero ahí estaba su padre que no lo dejaría pasar y lo miraba con esa cara asquerosa que siempre tuvo desde su vuelta de Las Malvinas.

-Antes de irte tendrás que pasar por sobre mi cadáver. –dijo Alfredo confiadamente y se notaba que estaba hablando en serio.
-Déjame, no tiene sentido que me quede. ¿No te das cuenta que no estoy bien acá, que no soy feliz, que ustedes no son felices? Si me voy será algo bueno para todos, por favor, déjame ir, déjame salir por esa puerta y nunca más sabrán nada de mi, después de todo eso es lo que quieren y lo que siempre quisieron, que yo no exista, que yo haya existido. –dijo Martín mientras se le caía una lágrima.
-¿Sabes que? Tienes razón. Nunca te quise y nunca te querré, eres una desgracia para la familia, deberías aprender de tus hermanas, ellas si que saben ganarse el pan. ¿Y sabes que más tengo para decirte? Se suponía que vos nunca tendrías que haber nacido, así es, como escuchás, lo que dicen las vecinas del barrio es verdad! –luego de estas palabras a Martín lo invadió una rabia, una angustia, un dolor, un enojo, que todo junto fue un cóctel mortal, pero no para él, si no para su padre, porque Martín salió impulsado hacia el cuerpo de Alfredo y lo empujó por las escaleras, cuando Martín lo vió desde arriba tirado al padre al final de la escalera, tuvo una sensación de victoria que le alivió el alma, pero al ver que se movía bajó las escaleras con rapidez para escaparse y cuando estaba pasando por al lado del cuerpo de Alfredo, éste lo agarró de la pierna y le dijo: -Te mato pendejo de mierda! –y le pegó una piña en la cara que lo dio vuelta, al caer Martín vió que cerca de su mano derecha había una pinza de depilar que seguramente había dejado una de sus hermanas sin querer. Martín estiro la mano y agarró la pinza y cuando vió que su padre se acercaba dispuesto a terminar con su vida, porque lo veía en sus ojos, en su mirada, le clavó la pinza en el estómago, una y otra y otra y otra vez. –Te odio! Te odio! Te odio! –gritaba Martín mientras la pinza entraba y salía del cuerpo de Alfredo como si fuera una maceta a la cual hay que removerle la tierra para plantar alguna flor que luego saldrá hermosamente. Luego salió caminando, con la sangre en sus manos y sin mirar el cuerpo de su padre.

Alfredo no murió, pero quedó inválido y perdió un pulmón, sigue viviendo con Blanca y sus tres hijas y sigue siendo el mismo autoritario inclusive ahora desde la silla de ruedas aunque le cuesta un poco mas gritar y de vez en cuando tiene que usar oxigeno artificial, Martín nunca más volvió a su casa, nunca más habló con su familia y se fue a vivir a Santa Fe como tenía planeado.
“Desde que volvió de Las Malvinas nunca fue el mismo” seguía diciendo su madre.


FIN

martes, 9 de marzo de 2010

SIN REVANCHA

Pablo un joven de 24 años va caminando camino a la Facultad cuando se cruza con su mejor amigo Manuel.
-Manuel, como andas? Todo bien?-
-Todo bien amigo, excepto por un pequeño problema, no te dije nada pero estuve internado la semana pasada, nada grave pero no quería preocuparte, ni a vos ni a nadie.
-En serio? Que te pasó? Déjame adivinar, algo que tenga que ver con el alcohol o el cigarrillo, verdad?
-Algo así, tengo un pulmón bastante jodido, pero como te dije, nada grave.
-Pero che Manuel, era sabido, siempre lo mismo! Porque fumas tanto, tomás tanto alcohol y gastás tanta plata en el casino?
-Y porque no?
-Porque podes morir amigo. De cirrosis, del hígado, del pulmón o porque podés perder toda tu plata y quedar en la ruina.
-Pero amigo, eso me hace feliz, tomando, jugando, apostando, fumando soy feliz, de algo hay que morir.
-Si pero no tan joven, yo quiero vivir por lo menos hasta viejo.
-Aunque eso implique no poder divertirte?
-Esa es tu definición de diversión y es muy arriesgada, dejáme a mi así como soy que estoy bien.
-Te vas a arrepentir cuando seas viejo y no puedas hacer nada de esto.
-No lo creo. –dice Pablo convencido.

Una semana después lo llama la madre de Manuel, nuevamente estaba internado. Va corriendo al hospital pero Manuel muere luego de 10minutos de agonía. La causa de la muerte? Ustedes pensarán que fue por culpa de algunos de sus vicios, pero están equivocados. Venía manejando el auto de su papá, estacionó y cuando quiso bajar la puerta del conductor estaba trabada asíque tuvo que bajar por la del acompañante, al abrir la puerta no miró a la calle, acostumbrado a bajar por la otra puerta, y un camión lo pasó por arriba con puerta y todo.

Al enterarse las causas de la muerte de Manuel, Pablo se sintió muy mal por la charla que habían tenido una semana atrás. Paso por una bodega y compró botellas de whisky, fue a un kiosco amigo y compró cagas de cigarrillos, pasó por el banco y sacó dinero, llegó a su casa y se puso a cocinar. Cuando terminó de comer se puso a tomar whisky y fumar hasta las dos de la mañana, luego agarró su auto y se fue al primer Casino que encontró. –Que se vaya todo a la mierda. –murmuraba mientras perdía plata, no podía parar de toser y no se podía mantener de pie.


FIN